Las nuevas formas de expresión del colonialismo en el siglo XXI

Las nuevas formas de expresión del colonialismo en el siglo XXI

Como cada 12 de octubre, el martes pasado se conmemoró en nuestro país y en toda América el “Día del Respeto a la Diversidad Cultural” (su denominación varía en función de cada país), en honor y reconocimiento a la gran diversidad de culturas y pueblos originarios que habitan y conviven en estas tierras, los cuales también forman parte de nuestra historia e identidad americana.

Recordemos que es a partir de un decreto del año 2010 que esta fecha lleva esa denominación. Anteriormente, era considerado el “Día de la Raza”, en alusión a la llegada de Colón y la corona española al territorio continental.

Precisamente, este 12 de octubre se cumplieron 529 años del día en que el destino de nuestra América cambiaría para siempre, dando inicio a lo que fue el proceso de conquista y colonización del continente por parte del imperio español, lo que a la larga se convertiría en uno de los mayores y peores genocidios de la historia mundial.

Por mucho tiempo, la historia oficial conmemoró esta fecha como el día en que América fue “descubierta” o en el que dos culturas/mundos se encontraban. Pero lejos de eso, la llegada de los españoles a territorio americano marcó el comienzo de una invasión y saqueo por parte de los aventureros europeos que no escatimaron en recurrir a todo tipo de instrumento de persuasión y/o violencia para someter a los pueblos originarios que ya habitaban estos territorios.

Eduardo Galeano ya lo había expresado con total claridad: “Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: ‘Cierren los ojos y recen’. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia”.

En consecuencia, cuando un 12 de octubre se acerca, no hay nada para celebrar, pero sí mucho para reflexionar.

Por esa razón, en esta oportunidad, invito al lector a pensar y reflexionar acerca del colonialismo y su actual vigencia como práctica y categoría teórica de análisis.

En este sentido, la realidad muestra que en pleno siglo XXI el colonialismo está más vigente que nunca. Basta observar la cantidad de colonias que todavía el Reino Unido y Francia poseen alrededor del mundo, o bien, la cantidad de casos que son tratados y sometidos al Comité de Descolonización de Naciones Unidas.

Sin ir más lejos, en nuestra región, un claro ejemplo del colonialismo decimonónico – inevitable mencionarlo por tocarnos de cerca – es el caso de nuestras Islas Malvinas, que el Reino Unido mantiene bajo ocupación desde hace más de un siglo.

Pero en la actualidad, el colonialismo ya no sólo se manifiesta a partir de la ocupación efectiva de un territorio por parte de una potencia extrarregional. Esta práctica hoy ha mutado, se ha reinventado y ha adoptado nuevas formas de expresión, dando origen a lo que se ha denominado “neocolonialismo”, a partir de la puesta en marcha de mecanismos de dominación más sutiles y subliminales, sin que ello signifique la desaparición de la opresión sobre el pueblo sojuzgado.

Una de esas formas es el dominio cultural, que si bien data desde tiempos de la colonia española, hoy sigue siendo uno de los modos más efectivos al momento de generar vínculos de dependencia, a través de la expansión e imposición de la cultura, la ideología y los valores de la potencia hegemónica. Dominio cultural que es condición sine qua non para lograr el dominio político y económico.

Otra de las formas en las que el neocolonialismo se ha hecho presente ha sido a través de los numerosos intentos por socavar la integración latinoamericana – percibida como un obstáculo para la efectiva dominación – ya sea, a través del impulso de iniciativas alternativas a las ya existentes, o bien, saboteando desde adentro cada uno de los procesos de integración regional.

Un tercer modo está ligado a la cuestión de los términos de intercambio, los cuales han perpetuado la situación original de dependencia: al ser nuestros productos primarios adquiridos a un valor relativamente menor con respecto al valor que nos imponen para poder adquirir sus productos industrializados, se genera una enorme transferencia de riqueza desde la periferia hacia el centro.

Finalmente, no podemos dejar de mencionar, como una nueva forma de expresión del colonialismo en el siglo XXI, el reforzamiento de los vínculos de dependencia y la pérdida de autonomía de la política económica nacional, como resultado del alto endeudamiento externo de los países en vías de desarrollo y de los condicionamientos impuestos por el sistema financiero internacional.

En definitiva, estemos en presencia de un colonialismo decimonónico o un “neocolonialismo”, el denominador común de todas estas prácticas es que siempre han tenido como horizonte y fundamento la extracción y transferencia de riquezas desde la periferia hacia el centro y la obstrucción del desarrollo autónomo de los pueblos sometidos.

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