Elecciones en Chile: sin centro, la contienda se dirime en la periferia de la derecha y de la izquierda

Elecciones en Chile: sin centro, la contienda se dirime en la periferia de la derecha y de la izquierda

Si bien es sabido que para que exista una auténtica democracia no alcanza solamente con la celebración de elecciones libres, justas y periódicas, no hay dudas que esta institución cumple con el rol fundamental de servir como termómetro del estado de situación de una sociedad en un período o momento determinado.

Si proyectamos esta máxima a nuestra realidad latinoamericana, los comicios celebrados en Chile el fin de semana pasado han sido un ejemplo de ello. No podemos entender los resultados finales sin tener en cuenta el contexto actual del país andino, y mucho menos, las protestas sociales de octubre de 2019.

Se trataba de unas elecciones históricas, porque por primera vez en 16 años, dos pesos pesados como Sebastián Piñera y Michelle Bachelet no estaban entre las opciones a elegir, si bien su espacio sería representado por Sebastián Sichel (por la centroderecha) y Yasna Provoste (por la centroizquierda).

No obstante, las urnas fueron contundentes: con el 99,99% de las mesas escrutadas, José Antonio Kast (de la derecha radical) obtenía el primer lugar con el 27,91% de los votos, y Gabriel Boric (de la izquierda) el segundo con el 25.83% de ellos, forzando una segunda vuelta el próximo 19 de diciembre y dejando atrás a las dos opciones de centro.

En consecuencia, habiendo sido los primeros comicios desde aquella agitada primavera de 2019, lo que sus resultados confirman es lo que ya se venía percibiendo en el sentir de la sociedad chilena, y qué, a su vez, es causa y consecuencia de aquella: el descontento y hartazgo generalizado con las élites políticas tradicionales y el creciente debilitamiento de sus formaciones políticas a lo largo de los últimos años.

Cómo bien lo expresó un académico de la Universidad chilena Adolfo Ibáñez: “el estallido social terminó por enterrar a las dos culturas políticas de la transición, la centro izquierda y la centro derecha”.

Por consiguiente, cuando una sociedad llega al punto de ya no sentirse representada por su clase dirigente tradicional, esta situación se convierte en un caldo de cultivo para la irrupción y avance de opciones políticas más radicales o extremas y el repliegue de aquellos espacios más moderados o de centro. Esto es lo que ha pasado en Chile (y ha sido confirmado en las urnas) y ha venido sucediendo en muchos rincones de Latinoamérica.

Ahora bien, ¿por qué las candidaturas de Kast y Boric son definidas como opciones extremas? ¿Qué es lo que proponen y a quiénes representan?

José Antonio Kast es el líder del Partido Republicano, una formación política de extrema derecha, ultraconservadora y de tinte populista, que en no pocas ocasiones ha reivindicado la dictadura pinochetista.

Como suele suceder con estos líderes englobados bajo lo que se conoce como “populismo de derecha”, su discurso apunta a dar respuesta a demandas puntuales de este sector de la sociedad. En este caso, demandas que están vinculadas directamente con restaurar la paz y el orden social imperante previo a las revueltas de 2019, pero también con cuestiones como la inseguridad, el narcotráfico, el terrorismo y el problema migratorio. De ahí su lema de “orden, paz y libertad”.

Pero a su vez, su discurso también incorpora elementos de lo que se considera “la derecha alternativa”, que es aquella que está comprometida en una lucha universal contra la herencia de la cultura marxista. En dicha construcción retórica, el enemigo siempre es el “comunismo”, como ha quedado demostrado en uno de sus pasajes, cuando se refirió a lo que estaba en juego en la segunda vuelta electoral: “libertad y democracia frente a comunismo”.

Por otro lado, Gabriel Boric es el representante de la coalición de izquierda formada por el Frente Amplio y el Partido Comunista, que busca desafiar el orden establecido y apostar a la ampliación de derechos, promoviendo una agenda alineada con las reivindicaciones sociales canalizadas en las protestas de 2019, lo que ha quedado demostrado en su apoyo a la Convención Constitucional encargada de redactar una nueva Carta Magna.

Como no podía ser de otra forma, su discurso hace hincapié en la defensa de valores como la democracia, la justicia, la inclusión, la igualdad y la dignidad. También, en algún punto, plantea la lucha en términos ideológicos, cuando define esta contienda como una “cruzada” entre “la esperanza y el miedo”.

Para finalizar, no podemos dejar de mencionar por qué es tan importante para nuestro país esta definición electoral: no sólo compartimos con Chile una de las fronteras más largas del mundo (y actualmente es nuestro quinto socio comercial), sino que también la misma se da en el contexto de la reactivación de una vieja disputa territorial, cuya evolución dependerá del desenlace electoral, más aún cuando uno de los candidatos con probabilidades de vencer – Kast –, se ha mostrado intransigente frente a aquella, adoptando una postura que cómodamente podría ser catalogada como chauvinista.

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