El tenso equilibrio de China en el conflicto entre Rusia y Ucrania
Finalmente, tras el aumento de las tensiones en el este de Ucrania, el peor de los escenarios quedó confirmado: a sólo tres días de reconocer la independencia de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, Rusia lanzó un ataque generalizado sobre varios puntos de Ucrania (incluida su capital, Kiev), lo que da inicio a una crisis sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial.
Mucho se ha hablado y discutido sobre cuales serán los próximos pasos del Kremlin y cuan probable es que Occidente eventualmente se decante por la opción militar. Pero no menos importante es preguntarse acerca de cuál es la posición que China ha tomado en este conflicto. No sólo porque ocupa un lugar importantísimo en la actual distribución del poder mundial (como “rule maker” y garante de la estabilidad internacional), sino también porque es el país en el cual Moscú se ha apoyado fuertemente durante la última década.
Antes de analizar el posicionamiento de Beijing, hagamos un breve repaso sobre la historia de las relaciones sino-rusas.
Para empezar, hay que recordar que no siempre China y Rusia tuvieron un vínculo tan estrecho. Si bien comenzada la Guerra Fría y consumada la Revolución china, el gigante asiático adscribe al bloque comunista, a fines de los años 50 comenzarán a darse algunas diferencias ideológicas y de intereses entre ambos actores, lo que muy pronto llevará a una ruptura, conocida como el “cisma comunista”.
El gran punto de inflexión en las relaciones sino-soviéticas lo va a constituir la muerte de Mao Zedong en 1976 y el ascenso de un líder revisionista como Deng Xiaoping, con el cual va a haber un mejoramiento sustancial en las relaciones entre China y la URSS. A partir de allí, la tendencia será irreversible:
Tras el acuerdo de una “asociación igualitaria y confiable” en la década del 90, en 2001 se firmará un tratado estratégico por 20 años, a partir del cual China se convertirá en el principal socio comercial de Rusia, representando casi el 60% de su comercio exterior.
En 2017, de facto, se formará una coalición político-diplomática asentada sobre la profundización de los acuerdos y la toma de una posición en común en los principales foros internacionales.
Y en 2019, se coronará este acercamiento con la firma de alrededor de 30 convenios de cooperación.
Ahora bien, que hoy exista un vínculo tan estrecho entre Rusia y China, del cual ambos se benefician, no significa que el mismo esté exento de límites y riesgos. La avanzada de Rusia sobre Ucrania lo ha puesto en evidencia.
En este sentido, la crisis ucraniana ha acorralado a China y la ha colocado en una difícil situación, en la que debe equilibrar entre el resguardo de la integridad de su alianza con Moscú y la protección y salvaguardia de sus propios intereses políticos y económicos.
Es por esta razón que desde que se desató esta crisis, China ha optado por la cautela en sus pronunciamientos y posicionamientos: desde su abstención en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, hasta su llamada a la moderación, el diálogo y la solución pacífica de las controversias, apostando fuertemente a la vuelta de los acuerdos de Minsk de 2015.
En lo que respecta a mantener intacto su vínculo con Rusia, no sólo hemos visto a una China rechazar las sanciones económicas aplicadas por Occidente, sino que también la hemos visto cuestionar, por primera vez, la ampliación de la OTÁN, llamando a respetar las “preocupaciones legítimas de seguridad” de todos los países. Y esto no sólo obedece a su relación con Moscú. A China también le preocupa el papel cada vez más activo que tiene la alianza occidental en la región del Indo-Pacífico.
Por otro lado, como mencionamos, China también considera y tiene en cuenta sus intereses políticos y económicos. Cuando declara que “se debe respetar y salvaguardar la soberanía, la independencia y la integridad territorial de todas las naciones (incluida Ucrania)”, esta manifestación responde a su tradicional política de no intervención en los asuntos internos de otros países y de respeto a la integridad territorial, teniendo en cuenta el efecto negativo que una posición en contrario pudiese tener sobre su política interna, en cuestiones como la del Tíbet, Hong Kong, Xinjian o la misma Taiwán.
Tampoco le es favorable para sus intereses económicos quedar “pegado” a Rusia en esta aventura militar. Cualquier apoyo explicito hacia el accionar de Moscú podría tener consecuencias gravísimas sobre el intercambio comercial y las inversiones con el resto del mundo, principalmente con la Unión Europea (su segundo socio comercial) y con Estados Unidos.
Por último, un apoyo contundente a Rusia en Ucrania, iría en contra de la imagen que China busca proyectar ante el mundo: como una potencia pacífica, que juega dentro del sistema internacional y las instituciones internacionales vigentes.
En suma, no quedan dudas que la posición y el rol que asume China en este conflicto es clave. Sobre todo, porque es quien puede convencer a Rusia de sentarse a negociar (como ya tímidamente se está haciendo). Y más aún, es de quien depende Moscú para soportar el arsenal de sanciones que Occidente le está imponiendo.