Cumbre de Madrid: Ucrania, Rusia y China en el centro de las preocupaciones de la OTAN

Cumbre de Madrid: Ucrania, Rusia y China en el centro de las preocupaciones de la OTAN

El pasado 28, 29 y 30 de junio, Madrid se convertía en la sede de una nueva cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Los principales líderes occidentales se hacían presentes en la capital española para analizar el estado actual de la alianza y consensuar un nuevo rumbo de cara al futuro.

Pero a diferencia de sus antecesoras, esta nueva cumbre se desarrollaría con la presencia de un condimento especial: la guerra en Ucrania como telón de fondo. Por tal motivo, estaba claro que lo que allí finalmente se discutiese y definiese, no pasaría desapercibido ante los ojos de un mundo que ve con preocupación la prolongación del conflicto, sus consecuencias humanitarias y su impacto sobre la economía mundial.

En este contexto es que toma especial relevancia el nuevo Concepto Estratégico aprobado por los 30 aliados en los tres días que se extendió la cumbre. Los conceptos estratégicos consisten en documentos que buscan adaptar al organismo a las nuevas realidades y contextos geopolíticos que se presentan. De este modo, en cada concepto estratégico se determinan los grandes objetivos y prioridades de la Alianza, como así también, se definen las principales amenazas y oportunidades a las que se enfrenta.

Explicitada su importancia, veamos que es lo que se define y se determina en el nuevo Concepto Estratégico 2022 de la OTAN.

Como no podía ser de otra manera, el documento se abre reconociendo la adversidad del contexto en el cual la cumbre tiene lugar: se define la actual situación como un momento “crítico” para la seguridad de los aliados y para la paz y la estabilidad internacionales. De esta manera, se deja claro que los tiempos de paz y distensión que caracterizaron los últimos 30 años, ya no forman parte del marco en el que la OTAN deberá actuar de aquí en adelante.

Ciertamente, la nueva estrategia securitaria también está atravesada por un fuerte componente territorial (producto de la ofensiva rusa en territorio ucraniano). Pero algo que debe resaltarse es la inclusión y el reforzamiento de una retórica binaria y/o simplista según la cual el mundo estaría adentrándose en una lucha entre democracia y autoritarismo, entre aquellos que defienden los valores democráticos – “Occidente” – y aquellos que optan por formas autoritarias de gobierno – “Oriente” -. Por consiguiente, la OTAN cumpliría un papel fundamental en la defensa de los primeros.

Ahora bien, hablamos de una retórica binaria y simplista, porque la realidad internacional suele ser más compleja de lo que muchas veces los líderes intentan construir a partir del discurso. No olvidemos que muchas veces son las principales potencias occidentales las que promueven o mantienen relaciones con regímenes autoritarios, ya sea por intereses económicos-comerciales o bien por una necesidad de preservar la estabilidad política, como sucede con muchos regímenes de Medio Oriente y Asia Central.

El nuevo documento también tiene una fuerte impronta pro status quo, es decir, de defensa del actual orden internacional vigente, al que se considera cimentado sobre reglas “consensuadas en común”. Es aquí donde la nueva estrategia adquiere un sentido más institucionalista, trascendiendo las tradicionales concepciones securitarias basadas en la defensa del territorio.

Pero quizás la parte más controversial y más esperada de la cumbre haya sido aquella que tenía que ver con la definición respecto a Ucrania, Rusia y la competencia de la República Popular China (RPC). Al respecto, no se deja lugar a dudas que la principal amenaza para la alianza occidental es Rusia, y que, en consecuencia, la independencia de Ucrania se vuelve “vital” para la estabilidad y los intereses securitarios de la OTAN.

Pero a diferencia de otras oportunidades, por primera vez se menciona a China con tanta firmeza como un elemento desestabilizador de cara a los retos del futuro. Definida como un “desafío sistémico” y un competidor estratégico, la declaración sobre lo que su creciente influencia representa – “las ambiciones declaradas y las políticas coercitivas de la República Popular China (RPC) ponen en peligro nuestros intereses, nuestra seguridad y nuestros valores” – es “LA” definición de esta cumbre.

Esto también explica que la otra novedad del encuentro y de su resolución final haya sido la ponderación de la región del Indo-Pacífico y la firme intención de la alianza – originariamente atlántica – de proyectarse hacia esta zona neurálgica del mundo. No fue casualidad que Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda (principales aliados de Washington en el Este asiático) hayan sido invitados, por primera vez, a una cumbre de la OTAN.

Finalmente, no menos importante ha sido el tratamiento de otras cuestiones y/o asuntos que son del interés común de los 30 aliados: el reforzamiento de la disuasión y la defensa a largo plazo, la política de “Puertas Abiertas” (a propósito del ingreso de Finlandia y Suecia) y la respuesta de la OTAN a viejas y nuevas amenazas, como los ciberataques, el terrorismo, las tecnologías disruptivas, el cambio climático y las amenazas provenientes del sur del Mediterráneo (pensando en la inestabilidad de la región del Sahel).

No obstante, más allá de estos retos y de lo que representa el avance de China para la seguridad de Occidente, el documento ha sido muy claro acerca de cuál es la principal prioridad de la OTAN y hacia donde se proyecta destinar los cuantiosos recursos económicos y militares en los próximos años: Europa, y particularmente, Europa del Este y los países bálticos.

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