Lula vs Bolsonaro: una elección trascendental
Finalmente, después de casi un mes de espera, Brasil vuelve a las urnas. Esta vez, para elegir de forma definitiva a quien tomará las riendas del país en los próximos 4 años: Luiz Inácio Lula da Silva (por el Partido de los Trabajadores) o Jair Messias Bolsonaro (por el Partido Liberal).
Recordemos que, en la primera vuelta, el líder del PT obtuvo el 48% de los votos frente al 43% del actual presidente, un número que no le alcanzó al primero para ganar en primera vuelta, forzando una segunda para este 30 de octubre.
Si hacemos un balance de estos 26 días que pasaron desde la primera cita electoral, el panorama no ha cambiado demasiado con respecto a los días previos a esa votación. Es más, podríamos decir que la polarización se ha agudizado y la contienda se ha exacerbado. Los candidatos no han escatimado esfuerzos para atraer todos los votos que necesitan para llevarse el premio mayor, entre ellos, el uso del aparato del Estado (en este caso por parte del presidente Bolsonaro) y el desprestigio de su oponente por medio de acusaciones, insultos y fake news. En este sentido, los debates electorales funcionaron como un termómetro del frenesí con el que Brasil está viviendo estos agitados días.
Ahora bien, la pregunta es: ¿Qué es lo que esta vez necesitan ambos candidatos para poder hacerse con la victoria? Está claro que los dos cuentan con una base sólida de fieles que no cambiarán su voto por el candidato oponente. En consecuencia, la clave estará en ese 5 % a 10 % de electores que aun no tienen decidido su voto, aquellos que piensan votar en blanco o bien quienes se abstuvieron en la primera vuelta. De hecho, ambas campañas han dirigido su mirada a todos ellos. Quién logre convencer a ese porcentaje menor de la población (pero decisivo), será quien termine accediendo al Palacio de Planalto. Además, ninguno de los dos candidatos se favorece con una alta abstención en las regiones donde son favoritos: Lula en el nordeste y Bolsonaro en el sudeste.
Un detalle no menor es que los dos candidatos más votados después de Lula y Bolsonaro – Simone Tebet (4%) y Ciro Gomes (3%) – han manifestado su apoyo a favor del candidato de izquierda. En teoría, esto aseguraría un buen caudal de votos para el líder sindical. Sin embargo, hay que ser cautos con este respaldo, porque no siempre la preferencia del líder del partido se traduce en la preferencia o voto de sus fieles. De este modo, la transferencia de votos no es automática.
Por otro lado, esta campaña también ha demostrado el peso decisivo del factor religioso. No es una novedad que la religión está muy arraigada en la sociedad brasilera. Pero lo que sí ha llamado la atención es como ambos candidatos han exprimido al máximo este elemento con el fin de conquistar los votos que les faltan. Desde el primer día que comenzó esta nueva campaña, ambos candidatos tiñeron su discurso con elementos de índole religiosa, buscando ganarse el apoyo de los principales grupos religiosos.
Y esto es así porque casi el 90% del pueblo brasilero profesa fervientemente una religión. Y este es un dato que ninguno de los dos candidatos podía privarse de contar. Si hablamos en términos generales, los católicos se sienten más identificados con Lula y los Evangélicos con Bolsonaro. Pero ello no ha sido un impedimento para que, por ejemplo, Lula intentase atraer parte de ese electorado evangélico, dirigiéndose personalmente con una carta especial, donde además de promesas, intentó derribar mitos y mentiras que el Bolsonarismo instaló para alejar a la Iglesia del líder del PT. Además, más allá de la preferencia mayoritaria de este sector por Bolsonaro, Lula cuenta el apoyo de una minoría del 35% dentro de este movimiento. Un porcentaje nada desdeñable.
Por su parte, el líder ultraderechista se ha mostrado preocupado por el escaso apoyo que recibe en el electorado femenino. Esto explica la reciente gira por todo Brasil de la primera dama, en búsqueda de ese voto femenino que rechaza una figura tan controvertida como la de Bolsonaro.
No obstante todos estos esfuerzos y artimañas políticas, las últimas encuestas vienen hablando de un “casi” empate técnico, con una leve ventaja a favor de Lula. Está claro que hasta el domingo no tendremos ninguna certeza y todo puede pasar, incluso las encuestas volver a fallar, como lo hicieron en la primera vuelta.
Lo que sí es un factor de preocupación (al igual que lo fue en la primera vuelta) es el modo en que Bolsonaro podría llegar a actuar dada una derrota ajustada frente al líder de izquierda. Sus ataques al Tribunal Electoral como a las encuestadoras y las dudas instaladas sobre el sistema electoral generan incertidumbre respecto al futuro de Brasil tras una potencial derrota del líder ultraderechista.
En síntesis, el domingo va a ser un día histórico para Brasil, porque lo que está en pugna en estas elecciones son dos modelos de país, dos proyectos y formas de ver e interpretar el modo en que debe conducirse una potencia como ésta. Incluso se plantea la cuestión en términos de una lucha entre “democracia” y “autocracia”. Pero si miramos más allá, también será un día histórico para América Latina, porque dado el peso e influencia que Brasil tiene en ésta, lo que suceda allí determinará gran parte de los proyectos y aspiraciones de la región como un todo. Y, además, determinará si la reciente llegada de gobiernos progresistas a la región es la nota distintiva de esta nueva década o simplemente una quimera.